lunes, 9 de mayo de 2011

EL PODER DE LA REPUTACION

CHUKO LIANG.

Durante la guerra de los Tres Reinos, ocurrida en China, entre el 207 y el 265 después de cristo, el gran general Chuko Liang, que lideraba las fuerzas del reino Shu, envió a su nutrido ejército hacia un campamento distante, mientras él se quedaba descansando en una pequeña ciudad, con sólo un puñado de solados. De pronto los centinelas le comunicaron la alarmante noticia de que se acercaba una fuerza enemiga de más de 150 mil hombres al mando de Sima Yi.

Como sólo contaba con un centenar de hombres para defenderlo, la situación de Chuko Liang era desesperada. El enemigo lograría capturar al fin a ese renombrado líder militar.

Sin lamentarse de su suerte ni desperdiciar tiempo en tratar de imaginar cómo lo habían desprevenido, Liang ordenó a sus tropas arriar las banderas, abrir las puertas de la ciudad y ocultarse. Luego se sentó en la pare más visible de la muralla que rodeaba la ciudad, vestido con una túnica taoísta. Encendió incienso, pulsó su laud y comenzó a cantar.

Pocos minutos más tarde vio que el enorme ejército se acercaba, constituido por una interminable falange de soldados. Simulado no verlos, Liang continuó cantando y tocando el laúd.

Pronto el ejército enemigo llegó ante las puertas de la ciudad. Al frente iba Sima Yi, quien de inmediato reconoció al hombre sentado sobre la muralla.

Sin embargo, mientras sus soldados se impacientaban por ingresar por las puertas abiertas en la ciudad sin custodia, Sima Yi titubeó, los retuvo y, tras estudiar largamente a Liang, sentado sobre la muralla, ordenó a sus tropas que se retiraran de inmediato y a toda velocidad.

Sima Yi había luchado contra Chuko Liang docenas de veces y lo conocía bien. Cuando llegó a la ciudad vacía y vio a Liang orando sobre la muralla, quedó atónito.

La túnica taoísta, los cánticos, el incienso…todo eso no podía ser sino un juego para intimidar al enemigo. Sima Yi supuso que Liang lo estaba provocando, desafiándolo a caer en su trampa. El juego era tan obvio que, por un momento, Yi pensó que Liang de veras estaba solo y desesperado. Pero su temor a Liang era tan grande que no se atrevió a averiguar la verdad.

Esto muestra con claridad el poder que tiene la reputación. Es capaz de poner a la defensiva a todo un ejército, e incluso obligarlo a la retirada, sin disparar una sola flecha.

Chuko Liang cultivó con esmero su reputación de ser uno de los hombres más sagaces e inteligentes de China, alguien que siempre se guardaba un as bajo la manga.

Esa fama, tan poderosa como cualquier otra arma, llenaba de terror a sus enemigos.



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